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Aún hay esperanza.
Felipe, fue consultor financiero con altos ingresos. Siempre tuvo el control de todas las cosas, al menos en el trabajo, porque su vida en casa era un caos.
Su esposa Tamara le recriminó que ni siquiera pudo estar con su familia durante 10 minutos sin estar en su teléfono.
Ambos estaban en su primera sesión de terapia en pareja, y les parecía que el tiempo pasaba muy despacio. Felipe quería regresar al trabajo, porque tenía muchos pendientes. Mientras que, Tamara, no tenía mucho que hacer, quiso intentar arreglar su matrimonio.
La terapeuta los oía hablar. Los veía tan separados que no encontraba la manera en la que podía ayudarlos. No hay palabras.
–Siento que estoy en una relación con un zombi, –dijo Tamara.
–Di más, –dijo la Terapeuta.
Felipe contestó una llamada y estuvo ausente.
–Sabes, se ha retirado. En realidad, no está en la habitación. –Aclara Tamara a la Terapeuta.
–Bueno, la mayoría de las veces, –interrumpe–. En realidad, estoy trabajando para apoyar tu estilo de vida, –respondió Felipe.
–Solo aguarda un segundo Felipe. No es tu turno. –Dijo la Terapeuta.
Y volteando a ver a Tamara, a quién le preguntó:
–¿Qué quieres de él?
–Quiero agarrarlo por el cuello y decirle que esté con su familia, y que deje el trabajo por un momento, –respondió Tamara.
–Felipe, tu turno, –dijo la Terapeuta–. ¿Has oído lo que Tamara te pide? Felipe, ¿estás aquí…