Aquella vez que tuve miedo a enamorarme otra vez

Alex Pacheco
5 min readAug 19, 2019

--

***Extracto de mi libro — La Vida Pasa Rápido -

Capítulo 13

Enfrentando el más grande de todos los miedos

Me desperté con el ruido de una licuadora y el de ollas y sartenes chocando entre sí. La puerta de la habitación estaba cerrada pero un aroma exquisito a café se filtraba desde de la cocina y flotaba sobre la cama.

Miré el reloj de mi teléfono que se encontraba sobre el buró, eran 7:29 de la mañana — ¡caray, preparando café en domingo a esta hora! — pensé.

Intenté recordar los detalles de la noche anterior pero no lo hice. Cerré los ojos para recobrar el sueño cuando escuché que la puerta se abrió. Era ella… traía una taza de café caliente recién hecho:

“Buenos días corazón, cafecito en la cama para que veas como te consiento.” –Woow, de eso no tengo ninguna duda– le contesté.

Me dio un beso en la frente y me acarició el cabello dos veces, o tres quizá y salió de la habitación.

Me levanté de la cama, le di el primer sorbo al café y caminé hacia la ventana, el cielo se veía muy nublado, era una mañana fría por lo que el café a esa hora empezó a hacer sentido.

Tomé uno de sus libros que estaba sobre el mueble. Cuando empezaba a leerlo la puerta se abrió de nuevo. Ahora traía una charola con un auténtico desayuno a la mexicana: chilaquiles verdes con un huevo frito encima, frijoles en el costado del plato y… dos piezas de pan de dulce.

No lo podía creer. La última vez que alguien me había llevado comida a la cama había sido seguramente veinte años atrás. Sin duda habría sido porque estaba enfermo y, quizá el menú habría sido un caldo de pollo… y, apuesto a que esa persona fue mi madre.

Salí de su apartamento más tarde, el frío me hizo extrañar por unos segundos el café de esa mañana. Dudé si sería buena idea regresarme, finalmente ella me había pedido que me quedara, pero no, no lo hice, borré la idea de mi mente y me dirigí hasta mi auto.

Me preguntaba si alguien que te ofrece desayuno en la cama, puede considerarse tu “alma gemela” o algo así. Ella estaba poniendo todo de su parte para estar conmigo. Me trataba como nunca nadie lo había hecho, se preocupaba por mí y me llenaba de detalles todo el tiempo.

Ella quería decirme “te amo”, le hubiera gustado contarle a sus futuros nietos sobre mí. Recuerdo la primera vez que me pidió que le ayudara a sacar a pasear a “Nico”, su enorme y hermoso perro. Quería que sus vecinos del edificio lo notaran. Quería que la gente se detuviera en la calle a preguntarme por Nico para que yo pudiera contestar: “es el perro de mi novia”.

Pero no, no éramos novios, no podíamos serlo.

Yo boicoteaba toda posibilidad. Y no hablo necesariamente de una posibilidad con ella. Hablo de cualquier posibilidad en cualquier otra relación. Pero… ¿por qué?, ¿cuál era la razón? Sobre todo, considerando que ella tenía todos los atributos que siempre había buscado en una pareja: Inteligente, independiente, guapa, sincera y muy trabajadora, ¿qué más podía pedir?

¡Muy simple! Me estaba enfrentando al miedo más grande de todos.

¿Aracnofobia?, ¿miedo a las alturas?, ¿una rata gigante en la cocina que sale de la nada?, ¿contraer una enfermedad terminal? Esto último podría ser, pero muy rara vez me enfermo. Es tan raro de hecho, que cuando de verdad me enfermo pienso: “hasta aquí llegué, es mi fin”, lo que es un poco exagerado cuando se trata de una simple gripa.

Pero no, no se trataba de ninguna de estas fobias. Se trataba de mi miedo más grande en ese momento. El miedo a conectarme emocional y sentimentalmente con una persona. En otras palabras, el miedo a enamorarme otra vez.

Era normal, creo. Había terminado una relación muy larga. Aún me sentía atado a ese pasado y era muy difícil dejarlo ir. Pero además me sentía culpable por no dejar entrar a personas maravillosas a mi vida.

Así que cualquier persona que me abordaba con detalles, yo simplemente le cerraba la puerta.

No me sentía listo, después de una dolorosa separación de una relación de 16 años, todo lo que tenía que ver con el amor parecía un gran riesgo. Sentía que había muchas más probabilidades de perder que de ganar. Si, era eso, creí que amar de nuevo era una apuesta a perder.

Pero en realidad el amor es una gran apuesta: si quieres ganar, tienes que correr riesgos. Y la única forma de dejar de pensar que vas a perder y que estás arriesgando “algo”, es dejar de pensar en otros y empezar a pensar en ti. El amor no se trata de recibir, se trata de dar. Y entonces empecé a dar. Dar sin pensar en los demás, dar por el placer que se sentía en mí. Dejé de poner expectativas en los demás y me concentré en mí, en lo que yo podía controlar.

Empecé a pensar en mí primero, en lo que yo sentía, no en lo que sentían los demás.

Me di cuenta que estaba bien hacerlo. Limpié mi mente. Medité, me consentí, no esperaba que nadie más lo hiciera, ni siquiera ella. Disfrute de algunos placeres culpables. Me relajé, viajé e hice cosas que nunca había hecho.

Trabajé tanto en mí que poco a poco empecé a parecerme a la persona que quería atraer. Empecé a conocer personas con otras cualidades, distintas a las que había conocido. Pero lo más importante fue que me di suficiente tiempo.

Piensa en ti y no te apresures el amor. Date suficiente tiempo. Si no estás listo está bien. Pero no te apresures. Ama cuando estés listo, no cuando estés solo.

Estamos juntos en esto

Alex

Soy Alex, escritor, empresario y fundador de epicbook. Me dedico a escribir libros para figuras públicas y a contar historias. Sígueme en Instagram y en Facebook, si quieres aprender a contar tu propia historia y si quieres escribir tu libro para posicionarte como experto, crecer tu carrera, tu imagen y tu negocio.

Si quieres saber más acerca de mi libro que ha cambiado la vida de más de 5,000 personas buscalo aquí:

www.lavidapasarapido.com

O mándame un mensaje si quieres que te llegue a tu casa autografiado.

--

--

Alex Pacheco
Alex Pacheco

Written by Alex Pacheco

Bestselling Author, Founder in Epicbook, Life Enthusiast

No responses yet