Besada por primera vez en 5 años, aprendió una gran lección
Su estómago revoloteaba por todas las mariposas nerviosas y torpes que estaban volando dentro de ella.
Los músculos de su cuerpo se tensaron al instante. Su respiración empezó a agitarse justo cuando sintió las manos de él acariciarle los pómulos, bajar hacia sus mandíbulas y entrar con delicadeza dentro de su cabello para perderse en su cuello y acariciarle la nuca. Silvia, en respuesta, arqueaba la espalda ligeramente hacia atrás mientras que un suave gemido escapaba de su boca.
Había olvidado lo sensible que era al tacto, pero él se lo estaba recordando con cada movimiento de sus manos sobre ella.
Silvia ya había olvidado también, la sensación de tocar otra boca con su boca. Han pasado cinco años desde la última vez. Y ahora estaba siendo emboscada sensualmente por un hombre. Ella no daba crédito a lo que estaba pasando, sobre todo, después de que creyó haber perdido la esperanza.
Una mano empezó a jugar con sus labios, lentamente. Silvia sintió el dedo índice de él, entrar de forma sutil y audaz en su boca entreabierta. Este movimiento hizo estremecer sus caderas, que se meneaban a merced y antojo de los movimientos que él provocaba en ella. Eso la estaba derritiendo.
Silvia pensó en los estragos que esas sensaciones estarían provocando en su lencería negra que traía puesta especialmente para esta ocasión, y se rió para sus adentros.
Había estado tan ansiosa por ese momento que su piel estaba erizada por completo. Pero todo parecía demasiado mágico para ser verdad. En ciertos momentos, sus inseguridades intentaban tomarla por sorpresa. ¿Qué pasará después de esto? ¿Qué estará pensando de mí ahora? O, ¿pensará en mí cuando no estemos juntos?
¡Oh cállate! ¡Cállate!” Silvia se regañaba. ¿Realmente deseabas con todas tus fuerzas que esto sucediera, no? ¡Entonces, vive el momento!” — Se sentenciaba.
Mientras intentaba callar a su cabeza, las yemas de los dedos de él rodeaban su ombligo y empezaban a entrar por dentro del resorte de su falda a la altura de su vientre. El peso de su deseo se convirtió en una corriente eléctrica, sus pulmones se agarrotaron y sus piernas no paraban de temblar.
A pesar de tener los ojos cerrados, Silvia no perdía detalle de lo que estaba sucediendo, sus sentidos estaban a flor de piel.
Abrió los ojos por un instante, y su excitación se desbordó al descubrir que él la miraba directo a los ojos. Su expresión masculina, enloquecedoramente neutral no revelaba nada, pero Silvia intuyó que él simplemente no podía ocultar el hambre en su mirada.
Silvia no supo cómo pudo mantener el contacto visual con él, ante esa mirada tan fuerte e intimidante, pero lo hizo; nunca se había sentido tan sexy y deseada en toda su vida.
Él se inclinó hacia ella, mirándola de arriba a abajo, “Quitatela”. Le dijo con tono firme, mientras rozaba el resorte de su lencería. Su voz era suave y profunda pero fuerte, y eso hacía que ella no pudiera negarse. No quería negarse.
Él le ordenaba, no le preguntaba. Una emoción perversa le atravesó el corazón que latía a mil por hora. Simplemente obedeció.
Los ojos de él siguieron la mano de Silvia, que lentamente bajaba el pedazo de encaje negro por sus muslos. Él se inclinó y rozó con la mano la pantorrilla de Silvia, poniéndole la piel de gallina. Ella gimió ante el frío toque de su piel gruesa y varonil mientras seguía bajando el pedazo de tela negra por sus piernas. Él interceptó sus manos, tomó con fuerza el encaje y lo jaló por el resto del camino hasta desprenderlo por completo de ella, por encima de sus zapatos de tacón alto, atados a sus tobillos.
“Oh, Dios”. Su exclamación se rompió en una respiración irregular y de inmediato presionó sus muslos uno contra el otro, para mitigar la sensación palpitante que sentía entre las piernas.
Lo deseaba tanto que temblaba. El anhelo, la necesidad sexual desesperada y punzante que siempre faltó en los encuentros que había tenido en el pasado, llegó de golpe para estrellarse sobre ella, convirtiendo su sangre en un deseo líquido que fluía hacia cada célula de su cuerpo.
Silvia no había sido tocada en cinco años, que es mucho tiempo, pero incluso antes no la habían tocado de esta manera. Sin embargo, a pesar del momento alucinante, Silvia seguía luchando contra su cabeza.
No quería echar a perder el momento, pero tenía miedo de lo que sucedería después. Su última relación le rompió el corazón en pedacitos y aún intentaba recogerlos, a pesar de los años.
Desde esa ruptura, para Silvia ha sido muy difícil atreverse a vivir el momento con una persona nueva. Y mucho menos, con una persona que no le ofrecía nada, ninguna garantía, nada más que solo un momento que prometía ser inolvidable.
Estuvo a punto de declinar la invitación para esta noche a pesar del deseo que la consumía por dentro. Sus demonios habían librado una gran batalla dentro de ella. Pero al final ganó su lado sexy, desinhibido. Ganó la versión que quería redescubrir en ella misma, después de tanto tiempo de estar sola.
Su abuela siempre la alentó a crear la vida que realmente quería y no preocuparse por lo que la gente pudiera opinar: “El diez por ciento te aplaudirá, el diez por ciento te condenará, y al resto no les importará porque están viviendo sus propias vidas “. Le decía.
Silvia nunca ha estado plenamente segura de lo que quiere y necesitaba aprender a estarlo. Siempre fue presa de sus miedos e inhibiciones, pero ahora estaba convencida de que, si aceptaba la invitación, ella pediría que la trataran como siempre había querido, pero nunca se atrevió a pedirlo. Para Silvia no es fácil, incluso fuera de la habitación, siempre ha dudado en pedir lo que merece, ya sea un aderezo para su ensalada o un aumento de sueldo a su jefe.
Así que había llegado el momento de empezar a darse a sí misma exactamente lo que quería, sin pensar primero en los demás y luego en ella. Y este encuentro sin compromiso, le ofrecía esa oportunidad.
Además, Silvia aceptó la invitación porque intuía que, a pesar del miedo, en esta ocasión y por primera vez en mucho tiempo, podía ser totalmente ella misma.
La ocasión también le enseñaría a poder superar sus sentimientos de apego y simplemente disfrutar el momento por lo que prometía: una noche emocionante.
A la mañana siguiente Silvia podría decidir sin vergüenza alguna, quedarse solo con el recuerdo de la aventura o tal vez decidirse a conocer a este hombre en otro nivel.
Él, tiró el pequeño trozo de encaje negro al suelo y la tomó de la cintura con ambos brazos para besarla. Los labios de Silvia recibieron la lengua de él que entraba curiosa a explorar los secretos que ella había guardado por cinco años. Al sentirse invadida por sus labios que jugaban con los de ella, un escalofrío la recorrió desde las piernas hasta la cabeza.
En ese momento Silvia decidió apagar su mente por completo y dedicarse a sentir el momento. La recompensa fue evidente. Esa noche Silvia hizo cosas con él que nunca había hecho con nadie más, y eso la hacía sentir extrañamente segura de sí misma, como nunca…
Había sido ella, no había apego, ni necesidad de impresionar. Había saciado el deseo acumulado por años y había vencido el miedo de pedir lo que quería en la intimidad.
Lo que suceda mañana, esta noche no importa.
Abrazo
Alex
Soy Alex, escritor, empresario y fundador de epicbook. Me dedico a escribir libros para figuras públicas y a contar historias. Sígueme en Instagram y en Facebook, si quieres aprender a contar tu propia historia y si quieres escribir tu libro para posicionarte como experto, crecer tu carrera, tu imagen y tu negocio.
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