El ritual de la ruptura

Ceci recuerda la noche en que hablaron por teléfono. Él buscó su libro favorito, y lo leyó tan despacio y apasionadamente. Ceci recitó con él todas las líneas que conocía de memoria. Entonces, llegó a su parte favorita, “con su olor sexual herido”, él se saltó la mejor palabra en esa línea e inmediatamente ella supo que el sitio web en el que él estaba leyendo la había censurado.
Ese fue uno de los recuerdos del tiempo que pasaron juntos. Ningún hombre le había leído antes. Estaba tan enamorada de él.
Esa fue su despedida, su última vez. Ceci se mantuvo viva volviendo a leer los mensajes de texto, los correos electrónicos, escuchando el último correo de voz donde le dijo: “Te quiero”.
A veces solo mira las fotos con sus sonrisas jubilosas. Los ridículos selfies de besos y abrazos, evidencia de que incluso los más estoicos, se convierten en adolescentes cuando se enamoran.
Un día Ceci se dio cuenta de que veía cada vez menos esos recuerdos. Pasó una semana y vio que la había superado sin necesidad de escuchar su voz, o de ver el brillo apreciado en ese par de ojos que una vez amó contemplar.
Con el tiempo, Ceci ha eliminado algunos correos electrónicos y algunos mensajes de texto. De sus fotos con él, solo guarda un par.
Hoy todo lo que queda, es el recuerdo más débil del sonido de su risa. La forma en que la tocó en ese lugar que la hizo derretirse. Y esa mirada lateral que la hizo sentir que nunca volvería a estar sola…