En el corazón de la Ciudad de México, el zumbido de la ciudad vibraba con una intensidad particular aquella tarde de septiembre. Los murmullos en las calles eran más altos de lo habitual, una mezcla de ansiedad y esperanza flotaba en el aire. En medio de ese bullicio, Ana, una joven abogada de derechos humanos, se dirigía a una reunión secreta en una vieja bodega del centro histórico. Había recibido una invitación enigmática: “Es hora de actuar. El cambio nos espera.”

Ana había dedicado su vida a luchar por la justicia, inspirada por su abuelo, un veterano de las luchas sociales de los años sesenta. La injusticia y la corrupción que persistían en el país eran una afrenta constante para ella. La invitación prometía algo diferente, algo que no podía ignorar.

La bodega estaba oculta tras una fachada de tienda abandonada. Al entrar, Ana encontró a un grupo diverso de personas: estudiantes, profesores, trabajadores, todos unidos por el deseo de un cambio real. En el centro del grupo estaba Santiago, un periodista independiente conocido por sus valientes investigaciones. Su último reportaje había destapado un escándalo de corrupción que implicaba a altos funcionarios del gobierno.

“Amigos, estamos aquí porque no podemos seguir ignorando lo que pasa en nuestro país,” comenzó Santiago, su voz resonando con firmeza. “Tenemos pruebas de que el gobierno planea manipular las próximas elecciones. Necesitamos exponer la verdad y…