En la vida hay lugares a los que nunca debes ir
¿Por qué nos empeñamos en regresar a los lugares y momentos que nos han hecho daño?
En diciembre del 2015, Nancy manejó por varias horas por una estrecha carretera de dos carriles que parecía abandonada; en su camino iba atravesando diversos pueblos pobres de casas con tejas desgastadas en medio de la nada. Cuando finalmente llegó a su destino, se estacionó frente al mercado, el cual estaba lleno de cajas de plástico anaranjado apiladas una encima de la otra, rellenas de pescados frescos del lago. El aire olía a pescado, basura agria y carbón quemado. Exactamente el mismo olor que ella recordaba, exactamente el mismo tipo de gente.
Nancy se bajó de su coche, se quitó los lentes y sacudió su cabeza para expandir su cabello rojizo y corto, mientras intentaba acomodárselo con los dedos de la mano. La última vez que estuvo ahí, fue hace treinta años. Caminó por unas cuantas calles intentando encontrar el sitio exacto que motivó su viaje, guiada por el mapa mental de sus recuerdos que cada vez eran más difusos acerca del lugar. Después de unos minutos de caminata por esas calles sucias y desoladas, finalmente lo encontró.
El sitio no había cambiado mucho en tres décadas, salvo que ahora se veía mucho más desgastado que antes. Camino hacia la reja oxidada y se dio cuenta que las puertas estaban cerradas con una cadena y un candado, también oxidados. Nancy colocó sus delgadas manos sobre la reja deslizando sus dedos entre las ranuras y miró el patio vacío. La casa al fondo se veía abandonada, su techo rojo y sus paredes despintadas la embriagaron de duros y difíciles recuerdos. “Este es el lugar”, murmuró Nancy. “ Hombre, desearía tener el dinero, simplemente para comprar esta cosa y quemarla.”
Treinta años atrás esa casa había sido una especie de prisión para Nancy. La casa había sido propiedad de su padrastro, un hombre que la golpeó y abusó verbalmente de ella por muchos años. Nancy no conoció a su papá porque murió cuando ella era apenas una bebé. 10 años después, su madre murió también y desde entonces, ella solo vivió con su padrastro, un hombre alcohólico que la maltrató y la culpó por todas sus desgracias, entre ellas, la muerte de su madre. Nancy escapó de esa casa cuando tenía 15 años prometiendo nunca volver. Sin embargo, la culpa, los recuerdos y una especie de remordimiento mezclado con morbo, lo obligaron a regresar.
Nancy pensaba que al hacerlo podría sanar finalmente todas sus heridas y cerrar ese ciclo lleno de recuerdos dolorosos de su infancia, pero eso no sucedió. Al contrario, parecía haber reabierto las heridas más profundas.
Esto no solo le ha pasado a Nancy, tenemos la tendencia a visitar física y emocionalmente los lugares o las situaciones que nos han hecho daño. Nuestra memoria es extraña, algunos recuerdos se diluyen y apenas si podemos recordarlos una semana después, mientras que otros que alcanzan a tocar nuestras emociones, se mantienen firmes, acurrucados en una esquina de nuestro cerebro y parece que llegaron para quedarse.
A Nancy le tomó dos años después de ese viaje superar esa parte de su pasado y más de treinta años en total. El viaje a la casa de un infancia no dio resultado porque ella no estaba lista para sanar. En realidad, el secreto para hacerlo fueron dos cosas:
Perdonar y agradecer.
Para perdonar entendió que, aquello que los demás le habían hecho, incluyendo su padrastro, probablemente no tenía que ver nada con ella. Se trataban de acciones provocadas por heridas no resueltas de alguien más. Aprendió a perdonar a otros cuando dejó de sentirse víctima de sus circunstancias al entender que nadie en la vida te debe nada, ni la vida misma.
Perdonarse a sí misma fue un poco más difícil, pero, así como nadie te debe nada, tú tampoco debes nada a nadie.
También aprendió a agradecer por todo lo que vivió. Nancy empezó a sentirse agradecida cuando entendió que los eventos más devastadores de la vida traen consigo las lecciones más importantes.
Empujar a través de la niebla del dolor para alcanzar el aprendizaje, es la clave para vivir.
Sea cual sea el recuerdo que tengamos, hay que aprender a agradecerlo cuando encontremos la lección que nos trajo. Y, aprendemos a perdonar cuando entendemos que victimizarnos por lo sucedido es ceder el control de nuestro destino a alguien más.
Perdonar no es decir que lo que te hicieron estuvo bien; es negarte a mantener el dolor en tu corazón. Y agradecer en encontrar la lección y el aprendizaje que nos dejan las cosas que más nos duelen.
Los lugares en la vida a los que nunca debes ir es a los que solo te traen dolor y en donde aún no estás listo para perdonar y agradecer.
Estamos juntos en esto
Alex
Soy Alex, escritor, empresario y fundador de epicbook. Me dedico a escribir libros para figuras públicas y a contar historias. Sígueme en Instagram y en Facebook, si quieres aprender a contar tu propia historia y si quieres escribir tu libro para posicionarte como experto, crecer tu carrera, tu imagen y tu negocio.
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