Eternamente soltera engaña a todos. Contrató a un acompañante para una fiesta del trabajo. Esto fue lo que sucedió…

Alex Pacheco
7 min readJul 18, 2019

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Su nombre es Elena, tiene 34 años y es eternamente soltera.

Vive en Ciudad de México, pero es originaria de Macuspana, Tabasco. Sus padres llegaron a la ciudad cuando Elena tenía 11 años para darle a ella y a sus hermanos, mejores oportunidades que las que ellos no tuvieron.

La mayor parte del tiempo, Elena se siente a gusto viviendo en la gran ciudad, pero hay días en los que la presión social por casarse y tener hijos, le resulta insuperable.

Está a punto de convertirse en una soltera de 35 años, y no solo es su reloj biológico el que le está gritando, sino también su familia.

En el pueblo de sus papás, sino eres una esposa y madre a los 30, hay algo mal contigo. Y en su trabajo y circulo social, si no eres candidata a un Doctorado a los 35, hay algo mal contigo.

Pero Elena es soltera. No es esposa, ni mamá, ni tiene un Doctorado, ¿ya mencioné que es soltera?

Un día Elena fue invitada al cumpleaños número 50 de su jefe. Una gran celebración en un gran lugar, con cubiertos de plata, arreglos florales en las mesas y hasta mariachi en la madrugada.

Al principio dudó, sabiendo que estaría principalmente entre parejas.

Quería ir con alguien. Pero esta vez no con el primo o con el amigo gay. Y sus amigos heterosexuales son casados, así que Elena vive en la “tierra de nadie”.

Luego tuvo un golpe de genialidad: contrataría a alguien para que se hiciera pasar por su novio durante la noche.

Sé lo que estás pensando: Elena, A) Está drogada, B) Es muy pero muy fea, o C) Es la mujer soltera más desesperada de la Ciudad de México, por haber tenido que llegar hasta este punto.

Pues no, Elena, no es ninguna de estas cosas. La respuesta correcta es D) Está cansada, hasta la madre.

Está completamente cansada de escuchar: "eres bonita, eres genial e inteligente, así que, ¿por qué no puedes encontrar a un hombre?" Elena odia que la familia, las amigas y la sociedad en general hagan este tipo de preguntas sin detenerse a pensar en la incomodidad de la pregunta misma.

Así que, al diablo con la sociedad, ella quería cambiar las reglas. Llegó a un punto en el que estaba tan aburrida con su vida amorosa que estaba dispuesta a intentar cualquier cosa.

Podría haber entrado a Tinder. Podría haberse ligado a alguien en un bar, incluso podría haberle pedido a un amigo gay (otra vez) que la acompañara y fingir que era un tipo heterosexual, pero esas opciones eran demasiado fáciles.

Si iba a hacer esto, iba a hacerlo bien. Entonces, por convicción propia y por $3,000 pesos, alquiló un acompañante. Sí, has leído bien. Alquiló un stripper guapo, pero no para que le bailara, sino para que se pusiera ropa interior decente, un saco elegante y la acompañará de la mano a la gran celebración.

Elena lo contrató a través de un servicio de acompañantes que "alquila" a hombres atractivos por un costo relativamente alto. Su primera elección fue un tipo moreno de cabello castaño, pero no estaba disponible. Así que la agencia le envió a un subcampeón que se adaptaba muy bien a sus demandas.

Su nombre era Alberto. Originario de Guadalajara, una cabeza más alto que ella y brazos de campeón de natación.

No había duda, era lo que ella necesitaba. Aunque al verlo en las fotos dudó un poco, lo vio demasiado guapo. Y lo que Elena quería era un acompañante lo suficientemente apuesto como para crear envidia, pero no tanto como para levantar sospechas, ya que, aunque Elena es guapa, ella no se creía merecedora de un súper partidazo.

Aun así, decidió echar a andar el plan.

Se encontraron a unas cuadras del lugar de la fiesta, dándole a Elena solo un minuto para contarle todo acerca de su vida. Alberto era suyo por una noche.

"Eres muy linda", le dijo. "No tendrías por qué hacer esto".

"No tengo que hacerlo", respondió. "Pero quiero hacerlo."

Llegaron a la entrada del lugar, donde los recibió su jefe, el anfitrión. Elena bajó la cabeza y presentó a su acompañante. El jefe estrechó la mano de Alberto con asombro y aprobación. Primera prueba superada.

"¿Ves a ese tipo allí?" Le susurró a Alberto señalando al Director de Finanzas de su trabajo, que estaba en una mesa cercana. "Quiere conmigo, pero jamás me ha invitado a salir”. "Entiendo", respondió. Comenzó a darle un masaje en el cuello y la llamó "mi amor" con una voz tenue y agradable. Ella se rió. Ni siquiera tuvo que voltear a ver al Director para intuir sus celos. Justo en ese momento Elena sintió como una oleada de calor recorría su cuerpo. Pensaba que todo eso era muy infantil, pero también brillante.

Después caminaron hacia su mesa en donde estaban sus compañeros de trabajo acompañados de sus parejas. Todos en la mesa se les quedaron viendo y saludaron a la pareja sorprendidos, especialmente las mujeres.

Cuando tomaron sus asientos a Elena le hervía la sangre. Escaneó el salón en busca de pistas que pudieran amenazar su plan: una risa por ahí, tal vez una mirada rara por allá. Pero no había ninguna. Y luego se dio cuenta de algo: su plan estaba funcionando.

Alberto era un caballero en todos los sentidos (tal vez porque Elena le estaba pagando, pero aún así la hacía sentir muy bien). Le ayudó con su abrigo, le acomodó la silla y puso su mano en el muslo de Elena de vez en cuando.

Ella no sabía si realmente era un buen tipo o simplemente un gran actor, pero aun así fue muy halagador que la tratara como una dama. Nunca había tenido una pareja como Alberto. El estar con él fue refrescante. Quizá era el alcohol o la adrenalina, pero Elena se enamoró esa noche. Más tarde, todo se sentía tan natural que olvidó que él era su empleado y que le había pagado por fingir que la amaba.

Tres copas de vino después, ella se sentía embriagada de felicidad. Elena era la envidia de todos en el salón. Alberto era el tipo de hombre, con el que todas las chicas hubieran querido estar.

El tiempo había terminado y tenían que irse. "Estoy orgulloso de ti", le dijo su jefe al despedirse. "Encontraste a alguien que te merece".

Ahí estaba: la validación que siempre había anhelado. Su sonrisa era de oreja a oreja. Fue un tipo de aceptación que nunca había sentido.

La feliz pareja salió del salón, tomados de la mano con los dedos entrelazados, y para Elena eso se sintió muy bien. Y aunque no miró hacia atrás, sabía que todos los veían caminar hacia la salida.

En cuanto salieron se prepararon para la despedida. “Entonces... ¿quieres venir a mi departamento? Solo a tomar otra copa de vino en la terraza”, preguntó Alberto.

Por un segundo, Elena en realidad lo consideró. Estaba “entonada” y él era un buen tipo. Pero algo le dijo que, si se iba a casa con él, no se lo perdonaría por el resto de la eternidad.

Y declinó.

"Oh, anda", continuó, "no te cobraré por estas horas adicionales".

Aunque, de todos modos, Elena no habría podido pagarle ni una hora extra más. Así que, solo se dieron un abrazo, un beso en la mejilla y jamás se volvieron a ver.

En general, Elena tuvo una noche fantástica. Buena comida, buen vino, buen ambiente, y, sobre todo, buena compañía. Se salió con la suya engañando a un grupo de 50 personas.

Una semana más tarde, Elena se encontraba extrañando la idea de compartir con “el hombre” más de lo que extrañaba en realidad a su compañero de fiesta. Ya sabes, esas pequeñas cosas, como que la llamaran "mi amor" y que comieran del mismo plato.

¿Fue agradable para Elena tener un novio fingido para la noche? Podría apostar que sí. ¿Elena lo volvería a hacer? Podría apostar que no.

Aunque nunca hay que decir “nunca”

Y menos en una fantasía hecha realidad, como esta…

Alex

Soy Alex, escritor, empresario y fundador de epicbook. Me dedico a escribir libros para figuras públicas y a contar historias. Sígueme en Instagram y en Facebook, si quieres aprender a contar tu propia historia y si quieres escribir tu libro para posicionarte como experto, crecer tu carrera, tu imagen y tu negocio.

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Written by Alex Pacheco

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