Member-only story
Fernanda llevaba cuatro años viviendo sola, cuatro años desde que su compañero de vida se había adelantado por causa de un tumor cerebral que no pudo vencer.
Una tarde su hijo le dijo:
-Mamá, aún eres joven deberías asistir a las reuniones de solteros; seguro qué conocerás a alguien.
Fernanda se sentó en la vieja mesa de roble de la cocina con su hijo mientras él devoraba un sándwich.
-No puedo, hijo. Simplemente no puedo ir a una reunión de solteros y llegar así como si nada. Nunca me gustaron las reuniones ni las fiestas, no me siento cómoda. Dios va a tener que envíame a alguien.
-Eso es una locura, mamá ¿De verdad crees que puedes sentarte aquí día tras día y que alguien llamará a tu puerta y dirá: Hola. Soy tu futuro esposo enviado por Dios.
Para Fernanda eso sonaba bastante bien, aunque reconocía que era prácticamente imposible que sucediera.
-Oh mamá, sé razonable, tienes que tener una cita.
Fernanda quería rehacer su vida, pero no quería tener citas. La idea se le hacía ridícula, mucho más cuando pensaba que había estado casada por 25 años. Así que ella solo estaba enfocada en su trabajo como escritora de artículos de revista y en atender a su hijo que estaba por hacer su propia vida e irse y dejarla completamente sola .