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Hizo un viaje sola para encontrarse consigo misma y se encontró… con un cuento de hadas.
Sara está sentada en el avión, esta vez… viaja sola. Esta vez… no lleva ningún anillo en el dedo. Nadie la había visto en público de esta manera “tan desnuda” en 20 años.
Se siente extraña, cree que se ve como un bicho raro de mediana edad sin el anillo que la definió como “la esposa” por más de dos décadas. Sara tiene dos hijos adolescentes, es la primera vez que no viaja con ellos, pero así lo decidió.
Han pasado 6 meses desde su divorcio y está física y emocionalmente agotada. Aún no se reconoce como la nueva mujer que ahora es, como la mujer soltera. A Sara le urge un tiempo con ella misma. Para empezar a sanar, para conocerse, para entender quién es y cómo será su futuro.
Por eso Sara está sentada en ese avión, sola, sin hijos, sin anillo. ¿Su destino? La única ciudad que desde niña, soñó conocer. Y como Sara está decidida a empezar a cumplir los sueños que abandonó durante sus años de casada, este viaje es el primero en su lista. Además, qué mejor ciudad para curar un desamor que la ciudad del amor: París.
La ciudad la recibió con los brazos abiertos, pero jamás imaginó que iba a vivir un cuento de hadas.
El primer domingo después de su llegada fue al mercado de artesanías en una plaza…