Hizo un viaje sola para encontrarse consigo misma y se encontró… con un cuento de hadas.

Alex Pacheco
5 min readAug 29, 2019

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Sara está sentada en el avión, esta vez… viaja sola. Esta vez… no lleva ningún anillo en el dedo. Nadie la había visto en público de esta manera “tan desnuda” en 20 años.

Se siente extraña, cree que se ve como un bicho raro de mediana edad sin el anillo que la definió como “la esposa” por más de dos décadas. Sara tiene dos hijos adolescentes, es la primera vez que no viaja con ellos, pero así lo decidió.

Han pasado 6 meses desde su divorcio y está física y emocionalmente agotada. Aún no se reconoce como la nueva mujer que ahora es, como la mujer soltera. A Sara le urge un tiempo con ella misma. Para empezar a sanar, para conocerse, para entender quién es y cómo será su futuro.

Por eso Sara está sentada en ese avión, sola, sin hijos, sin anillo. ¿Su destino? La única ciudad que desde niña, soñó conocer. Y como Sara está decidida a empezar a cumplir los sueños que abandonó durante sus años de casada, este viaje es el primero en su lista. Además, qué mejor ciudad para curar un desamor que la ciudad del amor: París.

La ciudad la recibió con los brazos abiertos, pero jamás imaginó que iba a vivir un cuento de hadas.

El primer domingo después de su llegada fue al mercado de artesanías en una plaza pública. Se acercó a comprar un cuadro de la iglesia de Notre Dame y conoció a Emiliano, quien le explicó, en quince minutos, una fascinante historia del por qué había decidió pintarlo. Sara no solo lo compró, sino que quedó enamorada de la historia y por supuesto… de su autor.

Él era brasileño y tenía 6 meses viviendo en París, los mismos que Sara tenía de divorciada. ¿Coincidencia? Emiliano era guapo, tenía cejas pobladas y una mirada que ponía muy nerviosa a Sara. Tenía los brazos marcados por el ejercicio involuntario que hacía todos los días con su pincel. Su ropa estaba manchada de tinta por todos lados, lo cual a Sara le parecía sexy, y; además, era extremadamente culto y eso era aún más sexy, por lo que Sara quedó enganchada instantáneamente.

Emiliano la invitó a cenar y a tomar vino francés esa misma tarde. Sara dudó un poco, pero recordó la razón del porqué había hecho el viaje y aceptó.

La noche era tan perfecta que decidieron saltarse la cena y beber la botella de vino a la orilla del río Sena. Se sentaron en los adoquines debajo de un puente con la Torre Eiffel frente a ellos iluminando la oscuridad. ¿Ves? Cuento de hadas.

Después de la timidez inicial, comenzaron a hablar de sus vidas. Fue entonces cuando la noche tomó un giro inesperado.

Sara le preguntó el por qué había decidió vivir en París. Claro, a veces uno necesita una buena razón para mudarse a la Ciudad del Amor.

Emiliano le contó que estaba ahí para encontrar a su alma gemela. A Sara se le hicieron unos ojos enormes y se le aceleró el corazón. Emiliano continuó diciendo que había tenido “una visión” años atrás. “¿Qué dijo la visión?”, Preguntó Sara. A Emiliano le habían dicho que su alma gemela vivía en París y por eso tenía que ir a vivir ahí.

Sara estaba un poco escéptica, pero quería saber más. “¿Cómo la encontrarás?” – preguntó. Quería saber si Emiliano tenía una estrategia, un plan claro de ataque para peinar una ciudad de millones de personas, para encontrar tan solo a una persona: un alma gemela. O si su método solo era tener citas al azar todas las noches… con personas que le compraban sus cuadros.

Emiliano la miró a los ojos por unos segundos sin decir una sola palabra. Se acercó a ella lentamente tomándola delicadamente del cuello y de la oreja y la besó. Por un momento, ella no supo cómo reaccionar. El beso la tomó por sorpresa. Por más de veinte años solo había besado a un hombre y ninguno de esos besos la había sorprendido tanto como este.

Sara estaba embriagada, y no por el vino francés, ni por el río Sena, ni por la luz de la Torre Eiffel que se reflejaba sobre la frente y los ojos de Emiliano. Estaba embriagada por una boca nueva, por unos labios nuevos que nunca imaginó probar, después de un desgastante divorcio. Al menos no tan pronto, no en una ciudad como esa, no con un hombre tan guapo, ni tan interesante. Sara creía que la vida le estaba dando un premio.

Y entonces, su mente voló. Por un breve momento, Sara pensó que la historia terminaría con él, diciéndole que era ella, su alma gemela. Que finalmente la había encontrado. Que ese beso mágico era la única prueba que Emilio necesitaba para descubrirlo.

Pero él simplemente se apartó de ella, la abrazó y le dijo al oído: "cuando la encuentre lo sabré”.

No era ella. En el fondo, Sara se ofendió un poco al entender de que este guapo pintor brasileño de brazos marcados no pensara que ella era su alma gemela. Ella no era lo que él tanto había estado buscando.

Pero entendió y decidió aceptarlo. Cuando terminaron la botella de vino, su guapo pintor ya estaba un poco borracho, ella le ofreció su hombro para ayudarlo a caminar hacia al metro de París y regresar a su casa. Luego lo depositó en la puerta del tren y ella emprendió el camino hacia su hotel. Nunca lo volvió a ver.

Ha pasado un año de ese viaje, y más de un año y medio de su divorcio. Sara aun piensa en Emilio, no solo porque ve el cuadro todos los días colgado en la sala de su casa, sino porque Emiliano le dio el beso más profundo que jamás nadie le había dado.

Ese beso era lo que Sara había estado buscando para volver a creer en ella misma, para encontrarse y para saber quién era. No era más “la esposa”, era Sara, una mujer capaz de besar… y de sentir.

Sara se pregunta si Emiliano alguna vez encontró a su alma gemela. Quizás se estén besando ahora en el Sena.

Ella espera que sí.

Abrazo.

Alex

Soy Alex, escritor, empresario y fundador de epicbook. Me dedico a escribir libros para figuras públicas y a contar historias. Sígueme en

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Written by Alex Pacheco

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