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La noche en la que un vestido, la hizo sentir poderosa
Cristina le da varias vueltas al lápiz labial y duda acerca del color. Es el tipo de rojo que te lleva a los problemas: el rojo de los vampiros y el que se queda en el cuello de las camisas de los hombres. Decide ponérselo.
Lo hace antes que todo lo demás, así no cambiará de opinión. No puede evitar sonreír ante eso. “¡Necesito más que un poco de escarlata para portarme mal ¿no?!” — Se dice en voz alta frente al espejo y ríe.
Aprieta sus labios uno contra el otro, con movimientos firmes hacia adelante y hacia atrás para terminar de esparcir el color de manera uniforme. El labial es espeso, cremoso y se ve de maravilla, perfecto para su tono de piel.
Se guiñe un ojo frente al pequeño espejo oval del baño. “No te ves nada mal. ¡Lo que un buen lápiz labial puede hacer por ti!” — Piensa.
Luego viene el corrector. Dos rayas debajo de sus ojos marrones y de inmediato, las ojeras de semanas de insomnio desaparecen. Después, el rubor rosado que colorea las mejillas que no han visto el sol durante un buen tiempo.
Ahora sí, viene el ingrediente secreto: el vestido. Negro, con dos botones en el escote, entallado para resaltar su figura. “Te hará sentir poderosa!” le dijo su amiga al prestárselo. Carolina no tiene uno, ni comprará uno. Ni siquiera para esta…