La noche en la que un vestido, la hizo sentir poderosa

Alex Pacheco
7 min readNov 14, 2019

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Cristina le da varias vueltas al lápiz labial y duda acerca del color. Es el tipo de rojo que te lleva a los problemas: el rojo de los vampiros y el que se queda en el cuello de las camisas de los hombres. Decide ponérselo.

Lo hace antes que todo lo demás, así no cambiará de opinión. No puede evitar sonreír ante eso. “¡Necesito más que un poco de escarlata para portarme mal ¿no?!” — Se dice en voz alta frente al espejo y ríe.

Aprieta sus labios uno contra el otro, con movimientos firmes hacia adelante y hacia atrás para terminar de esparcir el color de manera uniforme. El labial es espeso, cremoso y se ve de maravilla, perfecto para su tono de piel.

Se guiñe un ojo frente al pequeño espejo oval del baño. “No te ves nada mal. ¡Lo que un buen lápiz labial puede hacer por ti!” — Piensa.

Luego viene el corrector. Dos rayas debajo de sus ojos marrones y de inmediato, las ojeras de semanas de insomnio desaparecen. Después, el rubor rosado que colorea las mejillas que no han visto el sol durante un buen tiempo.

Ahora sí, viene el ingrediente secreto: el vestido. Negro, con dos botones en el escote, entallado para resaltar su figura. “Te hará sentir poderosa!” le dijo su amiga al prestárselo. Carolina no tiene uno, ni comprará uno. Ni siquiera para esta primera cita.

Ha perdido la práctica con los vestidos. No tiene ninguna ocasión para usarlos. Desde su divorcio hace tres años, no ha salido con alguien. Y la falda se interpondría en su camino al intentar perseguir a Daniel por su apartamento, su pequeño de 4 años. Además, con el trabajo y su hijo, siempre está demasiado cansada para hacer cualquier cosa por la noche, excepto tomar una taza de café frente al televisor cuando Daniel se ha dormido.

Pero esta noche es diferente.

El vestido tiene un efecto en ella. “¿Por qué no abrir un botón?” – Piensa. Al hacerlo la invade una extraña confianza en sí misma que recorre sus venas y se dirige hasta sus ingles, donde siente un par de palpitaciones. Su piel ahora está muy sensible. Decide que hoy no quiere nada más un baño caliente antes de dormir y el consuelo de una buena serie en la televisión. Hoy quiere algo más.

Quiere un hombre.

Esta es una nueva primera cita con un hombre en más de una década, estuvo casada por doce años y se divorció hace tres. Aunque para Cristina, parece que fue ayer.

Lleva casi dos horas posando frente al espejo. Verse en ese vestido la hace sentirse otra persona. La sensación de su cuerpo rozando la tela despierta una mujer dentro de ella que creyó que ya no existía; o que se había quedado dormida para siempre.

Cristina quiere ser perfecta en ese vestido, en todas las formas posibles. Se sube el escote y se lo baja, casi 20 veces, mientras espera la llamada.

Lleva días imaginando qué pensará él cuando la vea como nunca la ha visto y una pequeña sonrisa aparece en su rostro. “Quizás esta sea una señal del amor” – piensa.

Irán a la fiesta de una amiga y después la noche dirá lo que sigue. Cristina está emocionada y no solo por el vestido. Hace muchos años que no tiene esa rutina de hablar con alguien varias veces al día, leer sus mensajes una y otra vez, invertir media hora en interpretar un WhatsApp desde su propia perspectiva, revisar el teléfono cada 2 minutos, recordar todas las conversaciones con él hasta altas horas de la madrugada y ahora frente al espejo, con su vestido puesto.

Esta noche Cristina solo quiere presumir un vestido que no es de ella, pero la hace sentirse segura, sexy y en control de sí misma. Paradójicamente, en algún momento quiere despojarse de ese vestido y estar desnuda frente a un hombre por primera vez en mucho tiempo.

Él será el segundo hombre en su vida que la vea de esta manera, desnuda. Y desea con todo el corazón que sea el hombre con el que podrá entregarse completamente. Tal vez incluso más de lo que él imagina.

De repente suena el teléfono, la espera ha terminado. La voz de él se escucha llena de deseo, o emoción. Cristina no puede distinguir cuál de las dos.

“¿Realmente voy a hacer esto?”– Duda mientras baja con cautela las escaleras de su apartamento luciendo su hermoso vestido. Al cruzar la puerta recuerda un artículo de autoayuda que leyó una revista: “Vive el hoy”

“Eso suena bien”- se dice sonriendo.

Se congela tan pronto como lo ve, recuerda lo guapo que es. Él la recibe con una mirada que la hace sentir la única mujer que existe en el mundo. Él le sonríe y hace una sentencia: “tal y como te imaginé, en un vestido, esta noche nada te salvará”. Cristina ríe para sus adentros y piensa: “El plan está funcionando”.

En la fiesta, sus amigas la ven con sorpresa y la llenan de elogios: “te ves muy delgada y qué sorpresa verte con alguien tan guapo. ¿Dónde lo encontraste?”

Otras la miran con envidia, sus maridos son aburridos, han perdido el cabello, el interés y la mayoría tiene una gran panza. Él en cambio, es esbelto, guapo y muy educado.

Mientras Cristina platica con su grupo de amigas, él aparece: “Lo siento”, les dice, tomándola firmemente del brazo y sonriéndole a todas: “Tengo que robármela o . llegaremos tarde a otro compromiso”.

Tomados de la mano, se van de la fiesta. Cristina se siente segura con él y le susurra al oído a su héroe: "Buen trabajo, guapo". Se siente halagada, su exmarido jamás hizo algo así.

La siguiente parada es el apartamento de él, Cristina no puede controlar las ganas de estar ahí, pero disfruta del viaje, el cual está lleno de un agradable silencio. Él se estaciona en el sótano, donde siempre. “¿Necesitas algo más de mí?” — Le pregunta.

Ella asiente con la cabeza y lo mira sin decir nada más. Él se le acerca con maestría y deposita sus labios en los de ella, los separa con su lengua, la cual explora su boca con fuerza y una pasión que genera una descarga de adrenalina en el cuerpo de Cristina, mientras ella se aferra al cuello de él con ambas manos.

Tocándose y saboreando, salen del automóvil y atraviesan el elevador para subir al apartamento. Caminan sin dejar de tocarse por el pasillo hacia la habitación. Frente a la cama hay una terraza con una vista excitante de la ciudad. Cristina tiembla al sentir las manos de él por todo su cuerpo por encima de su gran vestido.

Él la acomoda poniendo su espalda contra el cristal de la terraza y muerde el segundo botón del escote que aún está en su lugar. Cristina está siendo tocada como siempre ha querido. Los movimientos de él se vuelven cada vez más audaces y codiciosos.

Él jala el vestido con fuerza a través del cuerpo de Cristina y éste cae hasta sus tobillos. Ella, al igual que el vestido, cae sobre sus rodillas. Agradece que la alfombra sea tan suave. Lo acaricia con sus manos y después con su boca.

Él tira de su cabello suavemente, pero con firmeza para moverla a su antojo. La pone de pie y la tira a la cama. Una ola de sensaciones desbordantes la inundan. Está lista. Él la toma de sus caderas con manos cálidas y los dos cuerpos se pierden en uno.

Ella cree estar volando cuando se desbordan por completo al mismo tiempo y caen suavemente de regreso a la tierra.

Cristina se queda dormida, con la cabeza apoyada en el pecho de él, que es cálido y duro pero acogedor.

Horas más tarde se despierta de un sueño profundo y tiene la mente en blanco. Lo primero que ve es el vestido tirado en el piso. Piensa en lo que diría su amiga si supiera donde terminó el ese hermoso pedazo de tela que la hizo sentir poderosa, y agradece que se lo haya prestado.

Cristina está convencida, que empezará a comprar vestidos.

Abrazo

Alex

Soy Alex, escritor, empresario y fundador de epicbook. Me dedico a escribir libros para figuras públicas y a contar historias. Sígueme en Instagram y en Facebook, si quieres aprender a contar tu propia historia y si quieres escribir tu libro para posicionarte como experto, crecer tu carrera, tu imagen y tu negocio.

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Written by Alex Pacheco

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