Me salvaste

Él le golpeó suavemente el hombro y le dijo:
–Me salvaste, ya sabes, –le dijo sin mirarla, con el brillo de poca luz del árbol de Navidad.
Estaban hombro con hombro en el fregadero, Claudia estaba enjuagando los platos y él los estaba colocando en el lavavajillas.
Ella lo miró con todo el amor del que era capaz, mientras la suave luz dorada iluminaba su cara.
–Te quiero, –continuó él–. Gracias por estar en mi vida.
Claudia lo abrazo de su cintura, con sus manos mojadas y llenas de jabón, y puso su cabeza contra su corazón para escuchar el fuerte golpeteo constante. Él colocó un brazo alrededor de su cintura y puso la otra mano en la parte posterior de su cabeza, sosteniéndola cerca de él. A ella le encantaba cuando hacía eso. La hacía sentir muy segura. Empezaron a bailar al compás de la música navideña que resonaba en los altavoces.
–Estoy muy agradecida de tenerte en mi vida, Amor. Pero no te salvé. Simplemente te proporcioné espacio para que sanaras. Así que te has salvado a ti mismo, –le dijo ella.
Él murmuró un ruido ininteligible en su garganta y continuaron balanceándose un momento más antes de reanudar sus tareas de limpieza.
La pareja de Claudia estuvo en una relación abusiva durante dos décadas, antes de salir con ella y conocerla. Y aunque han estado juntos durante más de un año, todavía tiene momentos en los que se maravilla de los ansiosos efectos secundarios que ya no experimenta a diario. Sus palpitaciones cardíacas se han…