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Me tomaste el alma por sorpresa.
Irene soñó que algún día caminarían juntos por la calle, de la mano, sin que él tuviera que esconderse y voltear hacía atrás para cuidarse de quién lo estaba viendo.
La peor parte de todo esto fue que ella se enamoró de él, incluso antes de conocerle, y quizás esa fue su ruina. Lo amaba más que a nadie.
“Me tomaste el alma por sorpresa, y aunque no sé cómo irme, tampoco sé cómo quedarme”, le dijo ella.
Irene trató de entender la razón por la que él la lastimó así, sobre todo porque decía que la amaba. Pero ahora sabe que su relación se dio porque él necesitaba satisfacer sus instintos sexuales y no por amor.
“Tengo miedo de perderte y tengo miedo de seguir adelante”, le manifestó Irene alguna vez.
Pero sobre todo, ella tiene miedo de no amar nunca a nadie más de la forma en la que lo ama a él.
Irene hoy sabe que no debió de haberse quedado tanto tiempo, porque nada de lo que ella hizo por él fue suficiente para que se decidiera a elegirla y a querer estar con ella todas las noches.
Había una razón, tal vez tonta, por la que ella se aferró a su relación, y esta era que Irene quiso dar esperanza a las personas que vivían una relación similar; mostrando que por muy oscura o sombría que parezca la historia, al final el amor siempre gana.