Paco ha leído muchos libros y se ha olvidado de la mayoría.
–Pero entonces, ¿cuál es el propósito de la lectura? –Esta fue la pregunta que Paco le hizo una vez a su maestro.

El maestro no respondió en ese momento; sin embargo, después de unos días, mientras el joven alumno y él maestro estaban sentados cerca de un río, el maestro dijo que tenía sed, y le pidió al niño que le trajera un poco de agua con un colador viejo y sucio que había en el suelo.

Paco se sobresaltó, porque sabía que era un pedido sin lógica. Sin embargo, no pudo contradecir a su maestro y, habiendo tomado el cedazo, comenzó a realizar esta absurda tarea.

Cada vez que sumergía el colador en el río para traer un poco de agua a su maestro, ni siquiera podía dar un paso hacia él, ya que no quedaba ni una gota en el colador.

Lo intentó y lo intentó decenas de veces, pero, por mucho que trató de correr más rápido desde la orilla hasta su maestro, el agua siguió pasando por todos los agujeros del tamiz y se perdió en el camino.
Agotado, se sentó junto al Maestro y dijo:
–No puedo conseguir agua con ese colador; perdóneme, maestro, es imposible y he fallado en mi tarea.
–No, — respondió el anciano sonriendo–. No has fallado. Mira el colador, ahora brilla, está limpio, está como nuevo. El agua que se filtra por sus agujeros, la ha limpiado.
–Cuando lees libros — prosiguió el viejo Maestro — , eres…