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Vero tenía muchos problemas. No dormía y se sentía agotada. Era irritable, gruñona y amargada. Siempre estaba enferma, hasta que un día, de pronto, ella cambió.
La situación estaba igual, pero ella era distinta.
Cierto día, su esposo le dijo.
-Amor, llevo tres meses buscando empleo y no he encontrado nada, me siento cansado, así que voy a tomarme unas cervecitas con los amigos.
Vero le contestó.
-Está bien.
Mas tarde su hija le dijo.
-Mamá, voy mal en todas las materias de la Universidad…
Vero, totalmente ecuánime le contestó.
-Está bien, ya te recuperarás, y si no lo haces, pues repites el semestre, pero tu pagas la matrícula.
Días después su hijo se acercó y le dijo:
-Mamá, choqué el carro.
Ella tranquilamente le contestó.
-Está bien hijo, que bueno que no te paso nada, llévalo al taller, busca cómo pagar y mientras lo arreglan, movilízate en autobús o en el metro.
Ante las respuestas de Vero, todos en su casa se encontraban extrañados, así que, preocupados al ver estas reacciones, se reunieron.
Sospechaban que hubiese ido al médico y que le hubieran recetado pastillas de “no me importa nada de 1000mg”.