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Y entonces, llegaba la noche.

Alex Pacheco
3 min readJul 31, 2020

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Ella llegaba los viernes, salíamos a caminar y cocinábamos juntos. Hablábamos de todo, de nada, de música, de películas y de viajes. Ella hacía la mayor parte de la cena y yo lavaba la mayoría de los platos.

Poníamos música, tomábamos vino y después de comer, se recostaba en mi pecho mientras yo escribía. Ella lo leía antes de enviarlo para su publicación. Veíamos una película y yo, regularmente, me quedaba dormido a los pocos minutos. Siesta de tarde.

Y entonces, llegaba la noche.

Nos tocábamos y acariciábamos por largos minutos. Era salvaje, crudo, poderoso, pesado, duro y apasionado. Goteábamos de sudor y gruñidos primitivos, mientras mis dedos se entrelazan en su cabello y sus uñas tallaban una especie de ríos por toda mi espalda.

Los muebles se desacomodaban y las pinturas que, generalmente cuelgan de la pared, buscaban refugio en la seguridad del piso.

A veces nos encontrábamos entrelazados en la cama sin sábanas, jadeando, muriendo de sed en un océano de dicha.

Todo era tan sensual como intenso. Éramos la tormenta que sacude el árbol y rompe ramas, pero nunca destruye las raíces.

Días después, aun aparecían por nuestros cuerpos, moretones y rasguños nacidos de la fuerza y de la pasión que siempre nos mantenía unidos a través de la…

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Alex Pacheco
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Written by Alex Pacheco

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