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Y se conocieron…
–Hola, ¿hay alguna forma de hablar?
Ese fue el mensaje que Adriana recibió de la mujer que había tenido una aventura con su exmarido. Ese era el mensaje que no esperaba recibir de la mujer con la que pensó que nunca hablaría.
Ella, era la amante. La otra mujer. La mujer de la que no sabía nada, incluso cuando Adriana pasó por su divorcio. No sabía su nombre. No sabía cómo se veía. Donde vivía. Mucho menos que su exmarido tenía intenciones de casarse con ella cuando ellos se divorciaran.
Lo único que Adriana sabía, era que existía.
Ese mensaje llegó años después del colapso de su matrimonio. Años después de que Adriana se mudara a su nueva casa e intentara volver a armar su vida. Dejando atrás la devastación de los sueños y promesas rotas.
Ella encontró a Adriana a través de las redes sociales, y su respuesta a ella, fue:
–Sí, ¿puedo preguntarte quién eres?
Ella dijo:
–Puede que me conozcas o no. No tenía otra forma de ponerme en contacto contigo, pero sentí la necesidad. De todos modos, entiendo si no quieres hablar conmigo. Solo pido una conversación para el cierre.
Y le dio su número de teléfono.
Adriana empezó a buscar información en las redes, rápidamente se dio cuenta que era la mujer por la que su marido la había dejado. Aunque no le proporcionó su nombre, Adriana juntó algunas pistas que fue encontrando. Y eso confirmó que tenía razón.
Era ella. La mujer que le había cambiado la vida.
Adriana decidió hablar con ella. Y no, no estuvo…