Él solo quería una noche. Ella es magia y sabe que merece más
Él nunca ha esperado tanto para estar con una mujer en la cama. Se siente intrigado por el largo camino hacia la conquista y; sobre cómo Esther jugó perfectamente el juego de la chica “difícil de conseguir”.
Esta es su octava cita. La mayoría de las mujeres con las que ha estado son fáciles de convencer. Regularmente le toma tan solo unas cuantas horas y un par de tragos conseguir lo que quiere. Lo más que le ha costado son dos citas, quizá tres. Él tiene la idea de que las “chicas buenas” tienen como auto-requisito esperar hasta la tercera cita, pero aun ellas, rompen esa regla con él.
Es un chico guapo, seguro de sí mismo. Obsesionado del gimnasio, sus abdominales duros y planos son visibles debajo de sus camisas ajustadas. Sus brazos están marcados por los músculos. Podría obtener trabajos de modelaje de ropa interior para caballeros si quisiera. Ellas lo aman.
Algunas mujeres mayores le han propuesto “arreglos” lucrativos a cambio de estar con ellas, él no tiene problema en aceptarlos. Entonces… ¿cómo es posible que Esther no haya aceptado aún estar con él?
Será mejor que este sábado por la noche sea la noche, o cree que renunciará a su ardiente persecución.
Esther lo invitó a su casa, le dijo que sería una cena especial. Él, sin duda pensó que esta sería una cita diferente, ella no es como cualquier otra. Esther es realmente hermosa, y, además, difícil de convencer, lo cual lo hace más excitante. Hay algo en las morenas como ella. Algo profundo e intoxicante. Su largo cabello es sedoso, abundante y de color ébano azulado. Sus ojos son verdes como esmeraldas. No hay muchas mujeres que se parezcan a ella. Parece una diosa y él está seguro que en la cama es justo eso: una diosa.
Aunque él piensa que quizá Esther es de las que necesita escuchar la palabra “Amor” primero. Pero él confía en estar preparado para eso: “creo que me estoy enamorando de ti” , es su frase favorita, siempre le ha funcionado. Es experto en fingir estas cosas con tal de obtener lo que quiere. Lo aprendió hace mucho, simplemente pone la mirada perfecta en sus ojos y conjura en tono sincero al pronunciar estas palabras. Practicar en el espejo todas las noches desde hace unos años, hace que la técnica nunca le falle.
La noche del sábado ha llegado. Toca la puerta varias veces emulando el tono de una vieja canción, se siente confiado. El objetivo que ha perseguido por semanas: tener sexo con ella y salir de ahí a la mañana siguiente, está por ser una misión cumplida.
Esther abre la puerta con una gran sonrisa y un vestido que abraza su cuerpo y hace juego perfecto con sus hermosos ojos verdes.
Toma el vino y las rosas que él tiene en las manos y lo besa en la mejilla. Él quiere besarla en la boca ahí mismo, se pregunta si ella se atreverá a hacer el primer movimiento durante la noche. Hay tantas mujeres sumisas por ahí, que jugar al “Don Juan” es tan rutinario para él, como la posición del misionero para los casados. Siempre quiso estar con una mujer dominante, que tomara la iniciativa. Estaba seguro que Esther era una de esas.
“Oh rosas, que dulce de tu parte. No me gustan las plantas muertas, pero estas son hermosas. Gracias”.
“Sí, supongo que están muertas, nunca lo pensé de esa manera. Wow, tu casa es como un invernadero”.
Él está asombrado por su departamento. Hay plantas por todas partes, las cuales decoran de forma natural y hermosa el lugar, unas incluso cuelgan del techo. Esther es diferente en todo, hasta en la decoración de su espacio.
“¿Podrías ayudarme a abrir el vino?”, pregunta Esther mientras mueve su larga cabellera de un lado a otro. “Nunca he sido buena con un sacacorchos”.
“Claro, lo tengo” dijo él mientras percibió un olor proveniente de la cocina. “Woow Esther, lo que sea que estés cocinando, huele increíble”. Dijo él sorprendido. En las citas que acostumbra tener, las mujeres no suelen cocinar, si acaso hay pizza. Pero a él nunca le ha interesado la cena, prefiere irse directo a la cama. Sin embargo, Esther tiene un secreto. No cocinó para él, lo hizo para ella. Su platillo favorito, el cual compartiría con su invitado claro; pero el gusto es para sí misma. Hace mucho que no lo hace y creyó que la cita era un buen pretexto para saborear una vez más, la receta de su abuela que tanto le gusta.
“Oh, gracias, es una vieja receta. Algo que mi abuela me enseñó a hacer cuando era niña” respondió ella sin confesar su pequeño secreto.
“Bueno, aquí estamos, en tu hermoso departamento que parece invernadero. Tenemos buen vino y buena comida en el horno. Tú te ves fantástica.” Dijo él para romper el hielo. Por primera vez en su vida, se siente nervioso. Algo inusual en él, pero esta mujer, es diferente a todo lo que había visto.
“Te ves tan bien en ese vestido que podemos saltarnos la cena si quieres” dijo en tono de broma. Esther le lanza una micro sonrisa sarcástica en señal de desaprobación. Él se da cuenta de lo desafortunado de su comentario y traga saliva. Él está definitivamente nervioso y sus nervios lo están traicionando.
La mesa estaba perfectamente vestida. Esther es elegante y delicada hasta en el más mínimo detalle. Él se siente como en un restaurante de cinco estrellas, a lo cual no está muy acostumbrado. Definitivamente esta no es su típica cita de cerveza barata y sexo en el sillón viejo y sucio de la sala, lleno de ropa.
Esther sale de la cocina con un refractario en sus manos cubiertas de guantes de tela, para sostener la comida caliente recién salida del horno. Su imagen es perfecta. Él mira la forma en que su vestido verde se ajusta a sus piernas y a sus caderas.
Esther se siente confiada, cómoda y relajada, él en cambio, se siente nervioso, lejos de su zona. Él intenta impresionarla con historias de sus conquistas pasadas, lo cual por supuesto, es una pésima estrategia, especialmente para una mujer como Esther, pero parece que no tiene otra cosa de qué hablar.
A medida que avanza la noche, Esther se convence cada vez más de que él no es el hombre que ella necesita. Le atrae físicamente, como a todas, pero ella conoce sus estándares y los respeta. Ante todo, se ama, por encima de cualquier cosa.
Mientras él habla de desapego, Esther piensa en compromiso. Mientras él habla de relaciones banales o desechables, Esther piensa en todo o nada. Mientras él habla de no soportar el drama, Esther se niega a reprimir sus emociones porque ser auténtica está en su sangre.
Esther sabe lo que quiere y lo que no, la idea de estar sola no la asusta, en cambio, la idea de estar con un hombre que ella no merece, simplemente la aterra.
La conversación continúa hacia ninguna parte, él se ha rendido, fue rebasado por la inteligencia y la confianza de Esther en sí misma. Sabe que sus intentos para llevarla a la cama se han extinguido.
Cuando se acaba la botella de vino, Esther se disculpa con él, le menciona algo sobre una cita a la mañana siguiente y lo despide amablemente.
En el último abrazo de la velada ella le agradece nuevamente por las flores y el vino, “eres especial, espero que algún día puedas enamorarte realmente y encuentres una gran mujer que se entregue a ti de verdad y tú te sientas cómodo con ello”
Él no sabe qué contestar, se despide y sale de ahí.
Al cerrar la puerta Esther recoge todo lo que hay en la mesa; mira unos segundos a la ventana y se siente orgullosa de ser quien es. Esther es magia, luz y fuerza y sabe que eso no es para cualquiera.
Él se siente extraño camino a casa, Esther es el tipo de persona que se queda tatuada en tu mente. Ahora luchará por superarla y ni siquiera pudo besarla.
Hay dos cosas que él descubrió aquella noche: si hay chicas a las que no podrá tener ni siquiera en tres citas, u ocho, y; ahora sabe, que no podrá encontrar a nadie más como ella.
Abrazo
Alex
Soy Alex, escritor, empresario y fundador de epicbook. Me dedico a escribir libros para figuras públicas y a contar historias. Sígueme en Instagram y en Facebook, si quieres aprender a contar tu propia historia y si quieres escribir tu libro para posicionarte como experto, crecer tu carrera, tu imagen y tu negocio.
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